LA BENDICIÓN DE NUESTRO PADRE PARA EL NUEVO AÑO

El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor; el Señor se fije en ti y te conceda la paz.

domingo, 22 de marzo de 2015

Todo reino dividido contra sí mismo es asolado. J. Ratzinger - ReL

Todo reino dividido contra sí mismo es asolado. J. Ratzinger - ReL

Todo reino dividido contra sí mismo es asolado. J. Ratzinger

La entrevista tocó diversos temas, pero el más interesante de ellos, a mi humilde entender, es el que se refiere a la presencia de intelectuales católicos en la sociedad. A principio del siglo XX hubo una oleada de conversiones que dieron consistencia a la presencia de la Iglesia en la sociedad. Tras el postconcilio y el Mayo del 68, la corriente de conversiones queda truncada, dando lugar a una sensación de vacío intelectual que impide plantear un diálogo fructífero entre la Iglesia y la sociedad moderna y postmoderna. 



Desde mi punto de vista, esta sensación de vacío intelectual es más una sensación que un hecho real. Podemos citar a muchos teólogos que han entrado en diálogo con la sociedad, como Castellani, Ratzinger, Küng, Teilhard de Chardin, Urs von Balthasar, entre muchos otros de gran nivel general. Pero estos intelectuales, aunque valorados internacionalmente, no llegan nunca a convertirse en interlocutores de la Iglesia de la misma forma que sucedió a principios de siglo XX ¿Por qué?

Veo dos factores que impiden que los intelectuales católicos postconciliares sean considerados interlocutores válidos de la Iglesia. El primer factor es externo: son teólogos y la teología no se considera una verdadera ciencia. Sus propuestas son despreciadas casi sin llegar a plantearse. La segunda razón es interna. Ninguno de ellos es capaz de llevar a la sociedad un mensaje unitario y coherente procedente de la Iglesia. El ejemplo más evidente es el de Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) que es desdeñado por parte de la Iglesia por su coherencia. Como resultado, hemos conseguido callar a uno de los intelectuales más lúcidos y profundos de la Iglesia contemporánea.


stagduran
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Sal maldito vete con todas tus mentiras porque Dios ha querido que yo sea su Templo